sábado, 2 de enero de 2016

Reseña de "El filo diestro del durmiente" de Héctor Fernando Vizcarra

No es fácil comentar, siquiera brevemente, la fascinante y compleja novela El filo diestro del durmiente, de Héctor Fernando Vizcarra (Terracota, México, 2013), sin temor a desatinar. La novela policial, muchas veces considerada de masas y de evasión, adquiere aquí una constitución crítica. Crítica del género que encarna, de los prejuicios con que se lee (ya sean los del lector guiado por las modas editoriales o del lector académico, muchas veces guiado por otras modas), crítica con su sociedad, atrapada en la violencia lo mismo que en la tristeza y la frivolidad.

Es inevitable que el detective caiga al menos a veces en trampas y respuestas falsas, que sonaban muy convincentes o que son verdaderas en otra realidad, que pierda su glamur y se vuelva entrañable discípulo de don Quijote. Todos los personajes son lectores, autores, detectives y, en mayor o menor grado, criminales (desde los que efectivamente atacan a sangre fría y se cubren con piel de oveja hasta los que, sin encontrar cómo salir de su papel de víctima, se entregan al sacrificio). Un desierto cargado de signos y una ciudad con sujetos vacíos, no por falta de cosas o ideas, sino de lucidez. “Se dieron cuenta de que la soledad no radica en la cantidad de personas que se tengan cerca sino en la maldita incomunicación por todas partes”.

“«¿Es necesario, señor Plénat, que haya un detective en la historia?». Entonces el autor responde al entrevistador: «Sí, de forma absoluta. Se trata de un individuo que está por encima del resto, que es capaz de desembrollar cualquier enigma, salvo el de su propia existencia.»” Esta paradoja, trágica poética, refleja, cual lente de cámara, al lector, que es también detective o juega a serlo. El lector se sumerge en el misterio de vidas de mundos paralelos, trata de comprender, de desentrañar, de resolver, más allá de juzgar (aunque sin duda tome postura), pero, igual que el detective, suele no enfrentar y resolver con la misma sagacidad su propia vida. Esta es una magnífica invitación, o así lo vemos, a poner la lupa sobre nosotros mismos, pero, como sabe todo investigador con cierta experiencia, se han de usar distintos lentes según sea el caso y el misterio nunca desaparecerá del todo, por fortuna.

El libro subraya la ficcionalidad de personajes que son tan reales como nosotros mismos, la participación del lector como detective, es decir, protagonista; destaca nuestras posibilidades de descubrimiento y reinvención.


Enero de 2014.

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