miércoles, 17 de julio de 2013

Adorno y Horkheimer sobre la censura inherente al campo intelectual

“El proceso al que es sometido un texto literario, si no es ya en la previsión automática del autor, de todos modos parte del staff de lectores, revisores, ghost writers, dentro y fuera de las editoriales, supera en perfección a toda censura.”

M. Horkheimer y T.W. Adorno, Dialéctica del iluminismo

lunes, 1 de julio de 2013

Textos de la presentación del libro "Grietas" de Abraham Sánchez Guevara

28 de junio de 2013
Biblioteca Iberoamericana, México, D.F.

Laura Elisa Vizcaíno es doctorante en letras latinoamericanas en la UNAM, anteriormente realizó la maestría en letras mexicanas en la misma Universidad y la licenciatura en la Universidad Iberoamericana. Sus tesis y trabajos académicos simpre la han llevado al estudio y reflexión del género de la minificción, lo que abarca la mitad de su cerebro y la otra mitad lo ocupa la creación de minificciones, las cuales ha publicado en páginas de internet y en algunas revistas y antologías de México y Sudamerica. Su tiempo libre también está dividido entre la danza, la alimentación del blog Ficción Mínima, y los talleres virtuales de Ficticia editorial.

Al hablar de una obra en conjunto, a mí me dan unas ganas enormes de desmenuzarla, de recorrerla, escudriñarla y entender el modo cómo está construida. Es así como me doy cuenta de algo muy interesante que tiene que ver con una construcción que habla de la Destrucción. Ahora que tengan el libro en sus manos se darán cuenta, primero, del título Grietas que ya alude a una hendidura, y para rematar está el epígrafe que parece un umbral incitando a la Destrucción, es de Vicente Huidobro y dice así:

“Destruir es fácil, lo difícil es construir. ¡Qué disparate! La verdad es que es más fácil construir que destruir; trata de destruir en el hombre la idea de patria, de religión, de familia, trata de destruir cualquiera idea, cualquier costumbre, y verás si hay algo más difícil”.

Además de esta provocación a la Destrucción hay un texto intermedio del mismo autor Sánchez Guevara, es sumamente breve y dice:

La perfección de los otros
Un día todo empezó a ir perfecto según yo-otros. Mi música de verdad les gustaba a otros, sobre todo a ella, al grado de que la ponía casi diario y se extasiaba al oírla. Mis textos se editaron en todo el mundo. Casi todos mis alumnos apreciaban mi clase y eran participativos y lectores. Etcétera. Entonces lo destruí todo. (32)

Es por estos aspectos que llego a la necesidad de preguntarme: ¿qué hace el autor para hablar de Destrucción, además del título y el epígrafe del libro? Para responderlo, me voy planteando varias hipótesis, y al final me quedaron cinco respuestas.

1.- Uno de los modos del autor para hablar de Destrucción es tratar ciertos temas de manera crítica y satírica, dejando en ridículo a la sociedad, la burocracia y cualquier tipo de convención. Por ejemplo, en el cuento “Anticenicienta” (empezando por el título), hay una burla, un ataque claro, y podría decir que una ganas de Destrucción hacia los roles mediocres de la mujer. Cito una pequeña parte: “En fin, después de algunos novios y muchas frustraciones, se casó. Logró salir de la casa donde su madrastra y hermanastras la oprimían. Ahora, bueno, seguiría haciendo el quehacer, pero al menos no la humillarían, y lo haría por alguien a quien amaba”. (23). Remarco esa parte cómica. Es chistoso el tono coloquial que utiliza el autor ante una situación ridícula e irremediable, que es seguir haciendo el quehacer cual Cenicienta. En el ridículo de la protagonista, está la intención de destruir esos roles arcaicos de la mujer.

2.- Otro modo que utiliza el autor para hablar de Destrucción son ciertos recursos de escritura, lejanos al canon y de toda convención literaria. Incluso, uno se pregunta si estarían permitidos en épocas antiguas. Por ejemplo el título del último cuento reza así: “Sesión apocalíptica muajaja”. O el final del cuento “Nacimiento”, cuya última línea dice: “aquí el lector que lo desee continuará el relato...” (14). O en “La conferencia de Pepito Pérez”: eghhhhhhhhhhhhhhiiiiiitooooooooooooooooooooo (61, ruido metalero). En estos casos, donde hasta la tipografía llama la atención, parece haber una forma de destruir y burlarse también de las formas rígidas de escritura, del acartonamiento que encarcela y no permite la libre expresión del autor, este acartonamiento es evidentemente destruido por el autor de Grietas.

3.- Otro modo de Destrucción que es demasiado claro es la crítica evidente hacia las religiones. La religión es vista como otra institución que acartona y aprisiona, por lo tanto también es atacada, burlada y satirizada. Por ejemplo, en el cuento “Las reliquias”:

“Como es sabido, las reliquias de los santos son muy apreciadas, por lo que varios del cristiano pueblo ansiaban la muerte del fraile, para así poder tener alguna parte de su cuerpo. Algunos de los frailes de su mismo convento fueron los primeros en emprender la labor de ayudar a este hombre a encontrarse con Dios. (16)

La sátira es entendida como un modo de mostrar las ineptitudes del ser humano. Y me parece que en este caso es claro y funcional el modo de reprobar e intentar destruir los errores de la sociedad y de la religión.

4. Otro aspecto que me hace percibir la Destrucción son los temas concretos de la muerte, lo oscuro, alimañas, vampiros (temas plásticos: seres desmembrados), pero también están los temas abstractos como la hipocresía, las mentiras y la violencia. No creo que estos temas busquen destruir, pero sí hablan de la Destrucción.

5.- Y por último, un asunto que también tiene que ver con romper los acartonamientos literarios y que tiene que ver con el lenguaje. El tono de estos cuentos utiliza un lenguaje natural y puro, un lenguaje neto sin pretensión alguna. Este último punto me interesa bastante. Y este tipo de lenguaje me ayuda a encontrar un narrador que juega, se divierte y se burla, de tantas leyes, instituciones, como del lenguaje o de la literatura en sí. Al final queda un sabor de boca de libertad y desfachatez. Y un narrador tan sincero y sencillo como un niño. Para explicar esto último quiero dar tres ejemplos:
-“Legada”: De pronto, cuando los vagones abren sus puertas en una estación, entra un olor a carne asada. Inevitablemente, empiezan a salivar. Sí, incluso las vegetarianas. (15)
-“Carta desde el futuro”: Hasta que llegaba el momento en que el agua les llegaba a la altura de la nariz y ya no podían respirar, o un tiburón se los comía, como de hecho le sucedió a un primo. (30)
-“Milagros de Nuestr@ Señor (A)”: Escuché metal y la ouija me dijo que efectivamente había un mensaje para mí: debía combatir el cristianismo, uno de los verdaderos males de esta tierra. Cené cereal con leche, me puse mi pijama y dormí, para al día siguiente emprender mi misión. (58)

Como lectora, no puedo evitar sonreír ante un personaje irónico y tan desenmascarado que escucha metal, juega la ouija, y después cena cereal con leche y se pone su pijama. Pero una vez más, se trata de un lenguaje que trata temas desagradables con sencillez y calma. Este tipo de lenguaje tan natural, construye personajes que a diferencia de lo que conocemos, aquí no usan máscara, aquí son libres y no pretenden ser otra cosa más que lo que son.

Por mi gusto personal hacia la brevedad encontré un texto que llamó mi atención no sólo por lo pequeñito, sino también por la contundencia de sus palabras. Lo leí varias veces porque la extensión me lo permitía, pero también porque encontraba algo fascinante en él. Y llegué a la conclusión de que éste es un ejemplo microscópico (desde mi punto de vista) de toda la obra de Grietas. Se titula “Fenómenos” y dice así:

Llegó el día en que, del mismo modo en que cualquiera podía tener acceso a un automóvil, internet y teléfono celular, muchísimos podían tener un cuerpo de modelo sin mayor esfuerzo. Pero él no quiso transformarse, aunque fuera fácil y aceptado: siguió con su cuerpo, bastante imperfecto. Llegó a conocer poquísima gente que no se hubiera sometido a esos cambios, y un día, conoció a una mujer así, y caminaron juntos, como dos fenómenos de debilidad y fealdad primitiva, en las calles pobladas de músculos. (22)

¿Por qué digo que este ejemplo es una muestra microscópica de toda la obra? Porque aquí encontré, por ejemplo, la crítica a la sociedad que es constante en todo el libro, y que en este caso critica a la masa que hace lo mismo que los otros. Después hay una variante que rompe con lo típico y monótono que en este caso son dos personajes fenómenos que se encuentran y van juntos, contracorriente. Por último un final, desde mi punto de vista muy literario, que termina en una estampa o una imagen sencilla, este modo de finalizar, también es muy común en todos los cuentos, pero además de la imagen, las palabras que la construyen son contundentes y fuertes: no dejan de criticar a la sociedad musculosa y no dejan de ser expresiones puras.

Y por supuesto, este también es un ejemplo de la Destrucción porque aquí no hay protagonistas heroicos ni musculosos, sino fenómenos. Los fenómenos que están al margen son los protagonistas ejemplares.
Por último, como lectora no me queda más que un antojo por la Destrucción, lo desacartonado y el desenmascaramiento.


*

Iliana Guajardo Sepúlveda estudió la licenciatura en Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ejerció la docencia por 17 años y desarrolló los oficios de escritora y editora. Ha publicado libros de texto para diversos grados y niveles educativos, así como ensayo, relato, aforismo y notas de divulgación científica. Como músico ha participado en ensables de música barroca, sefardí, celta y grupos de trova.



Por su mediocridad, la humanidad no merece
a uno solo de sus héroes.
Pero, por sus grandes momentos, los merece a todos.
I. Sepúlveda

The old fashion way: speak the truth
and let the hurt feelings fall where they may.
Proverbio inglés

Desde Sesión apocalíptica, su anterior libro, Abraham Sánchez Guevara nos hizo partícipes de su habilidad para desmenuzar el instante y perseguir la interioridad de los personajes. Nos había invitado a ver atisbos del mundo, con mirada atenta y humor negro.
Ahora, en Grietas, asistimos de nuevo a ese espacio en su mente que, con excelente simultaneidad, observa desde palco y escena. Es común encontrar escritos donde lo relatado sea observado desde fuera (y generalmente desde arriba, pues comúnmente se acepta que el retratista es intelectual y espiritualmente superior al retratado, simplemente por haber notado el momento y haber elaborado dicho retrato –no quiere decir que el retratado no se percatara, sólo se sabe que no lo relató).

Pero en la obra de Abraham Sánchez no ocurre esto. Nuestro autor logra un delicado balance, consiguiendo la sensación de que, al menos en literatura, no sólo es válido ser juez y parte, sino que hay cierto imperativo ético en ello. No se le siente metafísicamente desligado de sus personajes, fundamentalmente porque, más allá de su capacidad de empatía, mantiene la plena conciencia de su irrenunciable humanidad.
De este modo, sin pretensiones narcisistas ni poses de visionario, nos hace sentir la cotidianidad y profunda normalidad que permean la existencia tanto de un vampiro como de un ama de casa que dilapida su vida mientras sueña que es un personaje de cuento. Seres en apariencia disímiles (al grado incluso de poder cuestionar la existencia de uno de ellos mientras no nos cabe la menor duda de la existencia del otro) nos muestran aspectos del ser humano. Esto nos hace comprender que, más allá de si podemos o no asimilar formalmente la existencia de un ser fantástico como el vampiro, o entidades que mantienen la incógnita de si son extraterrestres o deidades (como MROG o FNTAGN) todo lo retratado son aspectos del humano mismo, captados no sólo con el humor negro característico, sino con gran mordacidad y un fuerte, profundo eco, pues sin pena alguna nos deja ver cómo lo humano resuena en su interior, sea o no parte de su individualidad concreta.

Aún mucho más analítico y fluido en esta nueva obra, Sánchez Guevara nos señala tanto la necesidad de mantenernos en nuestros procesos vitales, sin ansiar necesariamente el punto de llegada (momento en que sólo quedaría destruir todo lo ganado, con tal de poder continuar viviendo, es decir, avanzando nuevamente), como la de deshacernos de patrones de comportamiento cuyo problema no es que nos hagan caer en errores, sino reincidir hasta la náusea.

Estudioso de múltiples culturas y amante de ciencias y artes, incorpora a su obra todo aquello con lo que entra en contacto. Puede sentirse el hálito tanto del Tao como de la sabiduría Lakota en su visión no del mundo sino de la Tierra, la naturaleza, el universo, el todo, y cómo la humanidad se ha divorciado y alejado de ello, es decir, de su propio ser.

No sataniza, por ejemplo, a la tecnología, sino que señala el triste uso al que la reducimos. Capta, como si fuera algo simple, cómo la humanidad no logra estar a la altura de sus propios avances, pues las carencias éticas, existenciales y espirituales la hunden hasta la verdadera estatura que tiene nuestra inteligencia. No es culpa de la especie humana, ella sólo es como es. Lo curioso es que se haya sentido tan superior a sí misma que, el alto contraste generado entre su autoimagen y su ser real, la haga caer en una severa depresión. Este estado de ánimo debería disiparse al aceptarnos tal cual somos (incluyendo nuestra inhabilidad para alcanzar nuestros propios ideales). Es tan estéril enojarse con la montaña porque no está en su naturaleza tener alas y volar como golondrina, como deprimirse porque la humanidad sea como es.

Abraham Sánchez nos recuerda que no somos la cúspide de la cadena evolutiva sino un eslabón más, y nos ayuda a querer desear que el próximo eslabón llegue a existir y sea más apto para coexistir consigo mismo y su ser natural.

Resulta, por tanto, no sólo interesante sino benéfico entrar en contacto con la obra aquí comentada. Nos señala tantos vicios de comportamiento, tanta costumbre nociva, esa mentalidad nuestra alienada hasta el absurdo, que funciona como una alarma. Seguramente el autor mantiene la esperanza de que dicha alarma active nuestras mentes, nos saque de la apatía, el ostracismo, el estatismo, el egocentrismo y la mediocridad… Y comencemos a hacer lo que haría todo ser vivo: moverse, aprender… vivir.
Pero, como señala elocuentemente en uno de sus relatos, desde el futuro que ha acontecido en nuestro presente, esa esperanza es una telita pequeña que no alcanza a cobijarnos. Posiblemente en un futuro cercano (dicen en la ONU que en menos de 30 años, vayamos nosotros a saber) la crecida del océano, mientras busca dónde acomodar toda el agua de los glaciares polares, se lleve lo que queda de esa telita… Y los tiburones nos coman a todos, mientras miramos absortos nuestro celular.