viernes, 31 de octubre de 2008

Onfray, Teoría del cuerpo enamorado

Michel Onfray, Teoría del cuerpo enamorado. Por una erótica solar (búsquenlo en esnips.com, pídanlo prestado, fotocópienlo o róbenlo de su librería favorita. bueno, también lo pueden comprar). El libro está estructurado en 3 partes, cada una con un binomio de animales que han sido utilizados como símbolos desde la antigüedad clásica.
En la primera parte el binomio es platija-pez masturbador. La platija, ese pez que sólo tiene perfil, representa el deseo concebido como falta, como búsqueda de la "otra mitad", una concepción que parte del andrógino como ser completo y de la esfera como la perfección del ser, características de Platón y los idealistas, cuya propuesta es monogámica y con pretensiones de eternidad. Como contraparte tenemos al cínico pez masturbador, que no necesita ni siquiera de otro para gozar, y representa el deseo como manifestación del exceso del sujeto, no como búsqueda de algo que haga falta.
En la segunda parte, el binomio es elefante monógamo-cerdo epicúreo. El elefante es modelo de virtud, un animal muy ritualista y púdico. El cerdo, en cambio, muy parecido físicamente al humano, es el desparpajo absoluto y ha sido asociado al demonio en varias ocasiones, desde la Biblia. Animal que mira al suelo y desea, porque de-sidere significa alejarse de las estrellas, del cielo, y mirar la tierra, la vida perecedera, la única que tenemos.
En la tercera,el binomio es la abeja gregaria y el erizo soltero. La abeja, símbolo del trabajador, del obediente, es un animal con poco cerebro, es lo que los gobernantes quisieran que el pueblo fuera. Animal familiarista, que renuncia a sí mismo en pro de la colmena, que no cuestiona si es obrera o reina, sino que simplemente obedece a su especie. La reina, como la madre de familia, tiene poder, pero a la vez está encerrada y no tiene valor alguno fuera de ese rol reproductivo que le ha asignado su sociedad machista. El erizo en cambio, es parecido al cerdo pero con una coraza que lo protege de un mundo que sabe hostil. No es un depredador, pero tampoco es un ingenuo. Está solo, es soltero, pero también sabe replegar sus púas cuando desea un contacto amoroso e íntimo. Es decir, es el símbolo de la eumetría, o la buena distancia, ni muy lejos ni tan cerca que resulte asfixiante.
Onfray propone un erotismo y unas relaciones sociales e intergenéricas amistosas y a la vez hedonistas, que renuncien a roles preestablecidos, que renuncien a la idea de eternidad y exclusividad (ideas que reflejan desprecio a la vida y apropiación del otro), que no limiten al otro y menos aún a un tercero, como pudieran ser los hijos, que nunca pidieron venir a este mundo.
Para concluir, Onfray hace un Manifiesto por la novela autobiográfica, aclarando que la filosofía que no se practica no vale la pena.