miércoles, 12 de diciembre de 2007

La cultura clasista





Abraham Sánchez Guevara

En este trabajo, usaré la palabra “cultura” en su acepción común: la cultura de élite, la cultura de los libros, de la pintura, de la música clásica. Es obvio que esta cultura es elitista, pues se le llama “alta cultura”, da estatus social demostrar que se posee, pocos la poseen. La pregunta es por qué.
Esta reflexión tiene varias respuestas, cada una con su respectiva marca ideológica. La pregunta surgió al cuestionarme sobre el precio de un libro. Es un libro del novelista argentino César Aira, y me costó alrededor de $170. Para las personas de la llamada “clase media”, la pregunta es inevitable.
No es raro encontrar libros de autores contemporáneos a esos precios. Uno se acostumbra a verlos. Por lo general están impresos en Barcelona o en Madrid. Pero también los hay nacionales, y eso no los hace necesariamente más baratos. Ese fue el caso de este librito, de unas 120 páginas.
No le encontraba el porqué a ese precio. Pocas páginas, impreso en mi ciudad… Si lo que la editorial desea es ganar dinero, tal vez si lo diera más barato vendería más. Seguro. No lo entendía.
Estoy consciente de que una persona cuya actividad no tenga nada que ver con la literatura difícilmente pensaría en comprarlo, pero un estudiante de literatura, de letras hispánicas, probablemente lo querría comprar, pero muchas veces se sale de su presupuesto.
Ahora, ¿no sería más inteligente y útil para todos, incluyendo a los capitalistas, que los estudiantes de literatura, los consumidores ideales, pudieran acceder a esos libros? De este modo habría más estudios sobre autores contemporáneos y el conocimiento estaría actualizado en las universidades. Asimismo, la demás gente podría leer a esos autores —más cercanos a su tiempo— y no tan sólo a los clásicos —que de por sí muchas personas no pueden leer, por falta de dinero, tiempo y demás.
Entiendo que un libro de Gabriel García Márquez o de Dan Brown cueste lo mismo o mucho más, y que a pesar de eso se venda como pan caliente. Al grado que uno puede ver en el metro a las personas con esos libros. Personas no precisamente ricas que gastan $200 en un libro de un bestseller. Y que, lógicamente, no gastan $20 en un libro de un clásico, o no gastan $200 en un libro de un autor como Aira, menos conocido. Pero bueno, la gente es manipulada y muchas veces toma lo que se le da y de este modo tiene temas de conversación “de actualidad”.
En ocasiones autores relativamente conocidos —cuyos libros son caros y que ni siquiera reciben muy buena acogida por la minoría de estudiantes y maestros de literatura que pueden comprar sus libros— salen de circulación. Es decir, la editorial no recuperó lo suficiente. Entonces estos autores están condenados a la desaparición y al olvido. La editorial se equivocó, creyó que serían una buena inversión. De ahí que muchas editoriales no se arriesguen nunca.
Si uno de esos autores recibe un premio importante —no se diga el Nobel—, la editorial ganará más que nunca. Tiene a un bestseller con gran prestigio. Pero entonces volvemos a lo mismo, ¿no sería más práctico vender los libros de los autores poco conocidos más baratos?
Pareciera que lo que se proponen es que sólo lo conozcan unos cuantos, contados con los dedos casi, de los de una facultad de filosofía y letras. Pero eso no tiene sentido, ni con la lógica capitalista ni con el afán difusor que se supone que tienen los involucrados con la cultura. El orden de este sistema es complejo. En ocasiones conviene más tener menos plusvalía —que sin embargo sigue siendo bastante— si a largo plazo me generarán mayores ventajas.
Efectivamente: a la élite del mundo de la cultura y a los grandes capitalistas en general, no les interesa la difusión de la cultura. Al contrario, luchan para que se mantenga para unos cuantos. Incluso las materias y las carreras relacionadas, sean de escuelas públicas o privadas, están en peligro de extinción. Es decir, saber quién es César Aira —y en un futuro quizás hasta Cervantes o Poe corran con la misma suerte— cada vez es más y más un saber de élite.
La “alta cultura” de la que algunos artistas, estudiantes y profesores se sienten tan orgullosos, es tan discriminatoria como la marca de automóviles Ferrari o el jet set que vive en los barrios ricos de las ciudades empobrecidas. Es un artículo de lujo, de ahí la importancia que se le da al empastado y al precio. Y el lujo no es más que una marca de poder y una señal de discriminación. Lo mismo vale no sólo para los libros, sino para la música, la pintura, el cine “de arte”, que aunque en ocasiones tengan precios accesibles, están enmarcados en todo un sistema de símbolos de élite y discriminación económica y étnica.(1)
En la Facultad de Filosofía y Letras, a la cual yo pertenezco, es mal visto traer en las manos un libro de Charles Baudelaire, en español y de una editorial barata. ¡Se supone que es un autor que todo el mundo ha leído! Platicar de él, a menos de que se trate de algún detalle muy curioso, no da el mismo estatus ni llama la atención de igual modo que si se habla —petulantemente, por supuesto— de algún extraño autor contemporáneo, d preferencia francés o sueco. De hecho, si se habla de cosas que pocos conocen y pocos comprenden se obtiene más estatus. Es una señal de que se tiene acceso a un conocimiento restringido y selecto.
Esta distinción de clases dentro de la misma “clase media” —finalmente somos sólo mano de obra, es decir, proletarios— y dentro del mismo grupo de estudiantes de literatura, tiene como objetivo el mismo que toda distinción social en cualquier lugar: señalar quién debe tener más privilegios y quién no puede aspirar a ellos.
Es preferible para el sistema que haya diez especialistas en Aira a que haya dos mil. De otro modo, ¿dónde queda el estatus de esos diez?, ¿dónde quedan las élites y las diferencias sociales?(2) La verdadera clase dirigente se interesa mucho en crear necesidades para que los de abajo nos dividamos por tonterías como la marca de los tenis o el color de piel, y de este modo legitimemos su dominio y a la vez impidamos la organización y la lucha social. Por otro lado, si todo el saber fuera de todos, el control sería más difícil. Mejor poner a la gente a competir entre sí por algunos privilegios que permitir que todos accedan a ellos.
Es como lo que sucede con la democracia. Puede haberla —cuando conviene, claro— en el sufragio, pero nada más. Ni pensar en democracia en cuanto a distribución equitativa del poder y las riquezas, en cuanto al conocimiento, en cuanto al trato entre los diferentes.
La cultura, pensémoslo ya seamos lectores, escritores o trabajadores de cualquier nivel, nos resulta más chic así de clasista.


(1) Discriminación que, por lo demás, ni siquiera puede jactarse de su autenticidad. Lo que conocemos como cultura occidental, europea y cristiana, tiene influencias fundamentales (que no se reconocen) de los otros continentes y culturas. Pero el hecho de que la mayoría de los personajes célebres famosos sean europeos o norteamericanos y hombres, transmite el mensaje hegemónico de que sólo ellos son inteligentes, sólo ellos han inventado todo lo que existe, mientras que los demás y las demás sirven mejor como esclavos.
(2) Es muy hilarante observar que la “élite” de la gente “culta” ya no tiene acceso necesariamente a un nivel de vida “decente”. De hecho, cada vez hay más profesionistas desempleados a nivel mundial. Este grupo de gente en ocasiones afirma aún más su supuesta sensibilidad artística o superioridad intelectual, justamente para diferenciarse de los otros, porque la diferencia no se aprecia ya en el nivel económico. Es algo muy parecido a lo que sucedió con los aristócratas en el auge de la burguesía: tendrían sangre azul y elegancia, pero ya no tenían sirvientes y sus ropas estaban raídas.

Prisionero

Abraham Sánchez Guevara

El día de hoy, igual que el de ayer, e igual que el de anteayer, e igual que muchos días anteriores, desde que estoy encerrado aquí, al mediodía me sacan de mi celda de acrílico y me bañan de agua fría con una manguera. Esto lo hacen tomando sus debidas precauciones para que no me defienda: con un fierro largo en forma de Y empujan mi cabeza para que camine a donde quieren.
Nunca me han dicho por qué me trajeron aquí y por qué me tratan así. No he visto a mi familia ni puedo acercarme a nadie. Estoy completamente incomunicado, y si grito, no me prestan atención. Cuando gritaba mucho venía un hombre y me revisaba por si estaba enfermo o algo así, y a veces me dejaban comida, pero por lo general me dejaban gritar hasta que me cansara.
El día de hoy, pues, es igual a los anteriores y en este momento me apuntan con la manguera que disparará agua fría a presión.
Ahora es un poco distinto: hay alguien más viendo lo que me hacen. Se trata de un camarógrafo y un hombre con un micrófono asido a su camisa. Hablan de cómo soy, les parezco raro. Dicen que me tienen aquí para salvarme, y que se preocupan por mi calidad de vida.
Ahora me sacan a asolearme, dicen que necesito del sol para vivir y para que el calcio se fije. Corro por la tierra seca del desierto, buscando una salida a esto, como cada día que me dejan asolearme. Hombres con fierros en forma de Y me rodean para que no escape. De todos modos, hay cercas electrificadas. La gente me ve con una gran sonrisa, les parezco hermoso o tal vez soy tan raro que eso los entretiene.
Suficiente por hoy, me regresan a mi celda. Inevitablemente, rasguño el acrílico, tratando de salir, de trepar o algo, pero, como era de esperarse, es en vano.
Me pregunto si me hacen esto porque soy un lagarto en peligro de extinción. Aunque tal vez si fuera humano correría la misma suerte.

En la puerta de la iglesia

Abraham Sánchez Guevara

Tres figuras a caballo se encuentran a la puerta de la iglesia. Son dos hombres y una mujer, todos muy bien vestidos. Es la hora de la misa del medio día. La gente empieza a acercarse a la entrada. Conforme empiezan a enfocar los rostros de las personas a caballo se percatan de que la mujer los observa fijamente. Su rostro empieza a enrojecerse. Es un rojo oscuro, casi violeta. La gente está cada vez más cerca de la casa de Dios. Una burbuja brota de su mejilla y revienta, expulsando sangre oscura. La mujer no ha dejado de ver fijamente a los fieles, quienes se han detenido, aterrados ante la visión. Ella no deja de pudrirse, mientras los hombres a su lado permanecen inmutables como estatuas. La gente grita y el hedor se expande entre sus ropas de domingo.

martes, 11 de diciembre de 2007

la navidad es una mierda




Abraham Sánchez Guevara

a pesar de los buenos ratos que de una u otra forma nos pueden traer la navidad y las vacaciones, no puedo dejar de decir, con todas mis fuerzas, que LA NAVIDAD ES UNA MIEEEEERRRRRRDAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!!! por estas razones:

1. no tengo por qué celebrar el nacimiento de Cristo, que ni siquiera nació ese día (de hecho lo más probable es que ni haya existido). celebrar nacimientos me parece tonto, mas de personajes celebres, mas de Cristo, que es una figura muy idiota, aunque el Jesús verdadero seguramente no fue ningún bobalicón, como nos han dicho. la Iglesia y la religión son de las peores mierdas de esta sociedad.

2. la navidad es una celebracion consumista, donde la gente se siente infeliz si no da o no recibe regalos, sobre todo caros (comprar es entonces una demostración de ética!!!!!!!!, el que más compra, es más bueno). desde luego, de todo esto los ganones, como siempre, son los capitalistas. todos los comercios tienen adornitos o musiquita idiota. en la tele se juntan las putas y los payasos de siempre (incluido el presidente) para desearnos amor y prosperidad, cuando solo quieren explotarnos y solo les interesa enriquecerse. y nos chantajean para que desembolsemos en sus negocios sucios (ya saben, teleton y esas mamadas). la caridad siempre es de arriba abajo, es humillante, no cambia las relaciones de poder y solo ayuda un poquito, si no es que esclaviza más. la gente relaciona navidad con alegria, con amistad, con compañía, con nieve, con Europa y E.U. y sus ciudades "civilizadas" y racistas (los imperios, los ricos, los pudientes, los "felices"), con el obeso Santa Claus que come MacDonald's, Hershey's y toma Coca Cola junto con los osos polares, en el confín del mundo, donde los verdaderos osos polares están muriendo a causa de la desaparición de los glaciares gracias al calentamiento global. para demostrar que quieres a la gente no necesitas comprar nada ni poner árbol de navidad ni celebrar esa fecha. y para cambiar el mundo tampoco. de hecho.

¿Quieren mas razones?

martes, 30 de octubre de 2007

contracorriente

Lo que los demás rechazan de ti, cultívalo. Eso eres tú. La única técnica que merece la pena dominar es la que uno mismo inventa.
Jean Cocteau

jueves, 18 de octubre de 2007

Se exalta el maltrato

Lo que exalta el lirismo occidental no es el placer de los sentidos ni la paz fecunda de la pareja, no es el respeto y el conocimiento del otro, sino el amor como pasión sufriente.
Pilar Sanpedro

sábado, 7 de julio de 2007

Contra los mejores y los peores

Abraham Sánchez Guevara

En ciertos momentos de la vida, uno quiere ser "mejor" en algo, uno aspira a ser "tan bueno" como alguien más, o incluso "superarlo". De hecho, es la obsesión de muchas personas. No importa de qué se trate: dinero, atractividad, talento, fuerza, inteligencia, nobleza... Nos han dicho que tenemos que competir, que "dar el ancho" (¿qué significará eso?), que "ser alguien", que "ser los mejores". Propongo tratar de dejar eso atrás. Basta de frustrarnos y de señalar a los demás como ídolos o como mediocres aprendices. Hay que aprender de los demás, sí, pero nunca olvidando que la vida que vamos a vivir es la nuestra, que nuestros intereses, gustos, aspiraciones y por lo tanto capacidades, son distintas y únicas.

Y ASÍ SUCESIVAMENTE

Escribimos lo que recordamos
aunque nadie recuerde lo que escribimos.
Escribimos lo que soñamos
aunque nadie sueñe lo que escribimos.
Escribimos lo que borramos
aunque nadie borre lo que escribimos.
Escribimos lo que___________________
aunque nadie________________ lo que escribimos...
FRANCISCO HERNÁNDEZ

AND SO ON
We write what we remember
even no one remmber what we write.
We write what we dream
even no one dream what we write.
We write what we erase
even no one erase what we write.
We write what we _____________
even no one _____________ what we write...

FRANCISCO HERNÁNDEZ

Una necesidad encubierta



Abraham Sánchez Guevara

Todos necesitamos comer. Muchos creen necesitar cosas lujosas o ser populares. Pero desgraciadamente muchos no se dan cuenta de que necesitan conscientizarse. ¿Quién es quién para decir eso? Ese discurso lo puede decir el pastor de una iglesia cristiana, el presidente que quiere convencer a los demás de que urgen sus reformitas, un padre que le dice a su hijo que si desobedece no tendrá futuro…. Mi discurso, obviamente, pretende ser distinto. Y es que creer que hay un Dios que va a salvarnos de nuestros problemas, o al menos que nos va a redimir, a proteger, a asegurar un bien supremo, es muy cómodo y no resuelve nada. Si eres explotado por tu jefe difícilmente creer en Dios te librará de eso. Si tienes complejos y miedos sexuales difícilmente Dios te los va a resolver. Por otro lado, si hablamos de las religiones judeocristianas, Dios es un ser masculino y prepotente, y las respectivas Iglesias son organizaciones jerárquicas y machistas, por no decir corruptas. La alternativa no está ahí. La realidad es que este mundo está del carajo. Los padres son unos déspotas con sus hijos. Los niños por su parte son muy crueles entre sí. La gente es muy vanidosa y quiere detentar el poder a través del dinero, del prestigio, del conocimiento, del sexo y de los sentimientos. Quienes no pueden por alguna razón “disfrutar” de ese poder, se deprimen y se quieren matar. El gobierno beneficia sólo a los grandes empresarios y cada vez empobrece más al pueblo, tanto en robos a escondidas como en leyes y tratados. Ni siquiera estudiar mucho, ser obediente o “guapo” garantiza tener un nivel de vida digna. Y sin embargo la gente se asusta y se enoja si ve a una pareja de lesbianas, si ve una marcha contra las imposiciones, o simplemente si a uno no le gustan sus entretenimientos vulgares o sus alimentos chatarra. Tratar de tener una vida diferente resulta peligroso porque no se contará con el apoyo de nadie y se sufrirá persecución. Buscar una solución sincera y saludable es mortal en este sistema donde lo tóxico gobierna. La alternativa no puede estar en la democracia o la legalidad, en imitar la forma de vida que nos proponen los capitalistas a través de sus politiquillos de los países de Europa occidental o los Estados Unidos, a través de sus comerciales de televisión y sus películas. Nos dicen que en esos países no hay corrupción, que todos viven como reyes, que son más civilizados. Es decir, los demás somos unos “bárbaros”, cuya cultura es inferior. Nada más falso. Todas las sociedades actuales son injustas, discriminatorias, clasistas, racistas. Es decir, la democracia es sólo una apariencia. Pero mucha gente parece no querer entender. Saben que la Iglesia es pederasta, corrupta y machista, y a pesar de eso se casan por la Iglesia o creen en la Virgen inventada por ellos. Saben que su novio es alcohólico y arrogante o que su novia es frívola y tiene aspiraciones de ser rica, y a pesar de eso se casan entre sí y tienen hijos porque sí, porque hay que tenerlos, o por accidente. Saben que hay comida saludable y económica y prefieren ir a Mac Donald’s y tomar Coca-Cola, por costumbre y por malinchismo. Saben que hay muchos tipos de música y de libros pero prefieren consumir lo que está de moda y no investigar más. Saben que el gobierno es un usurero y a pesar de eso nunca hacen nada. Se conforman con votar, o ni siquiera eso. La gente no ejerce su derecho a la información o a la libertad de expresión, concebidos hace mucho por los liberales y que, desde luego, los poderosos no quieren que ejerzamos. Le han tapado la boca a la voz que les hacía preguntas. No importa si no es lo más ético o lo más inteligente o lo más sano. Importa que eso es lo que todos hacen. Porque escoger otra alternativa —sea mejor o peor, pero otra— es ser un inadaptado, es ser un sospechoso, es cuestionar la forma de vida que todos han adoptado porque “así tiene que ser” porque, como dijo Goebbels, el publicista de Hitler, la mentira se ha repetido tantas veces que se ha vuelto una verdad. La verdad, o el simple cuestionamiento de qué es cierto y qué falso, es un signo de locura, de error, que debe ser corregido con ternura, con inyecciones y camisas de fuerza, con condenaciones eternas y, en última y cada vez más frecuente instancia, con golpes y cárcel. Y así ya no quedan dudas, ¿verdad? ¡Viva el orden! ¡Vivan la justicia y la salud mental y pública! ¡Mueran los revoltosos y herejes! Y de este modo, uno ya ni siquiera tiene derechos, ni siquiera puede opinar ni reflexionar, uno ya no puede quejarse y decir que no. Pero lo cierto es que sí podemos, y que tenemos que despertar y darnos cuenta de que no necesitamos su policía ni sus presidentes ni sus empresarios ni sus porquerías —chafas o lujosas— que nos venden y nos enajenan. Lo único que necesitamos es recuperar nuestra dignidad y nuestra valentía, porque ¿de qué sirve vivir así? Pero claro, habrá quienes no lo querrán entender.