domingo, 21 de febrero de 2010

El veneno al lavabo

Me di cuenta de que tenía mucho veneno. ¡Y cómo no! Todos tenemos. Pero hay que sacarlo, aunque también tenga cierto sabor adictivo. Cierto tipo de metal y ciertas ideas me atrajeron porque me ayudaban a sacarlo, aunque al mismo tiempo me lo provocaban más. Ya fue demasiado. "Sacar" al veneno estimulando el placer malsano no es sacarlo del todo, sino regenerarlo. Ya no los voy a odiar, no vale la pena. Que se pudran ellos solos. Es hora de purificar, de que haya más congruencia.

viernes, 12 de febrero de 2010

El cambio de vida del señor Verdoux

Acabo de ver la película Monsieur Verdoux de Chaplin. Después de un buen rato de verlo hacerla de villano chistoso, viene la parte genial. Cuando conversa con la vagabunda a la que quería matar para experimentar un nuevo veneno. Hablan del amor, en el cual Verdoux no cree, pues él sólo seducía a las mujeres para quedarse con su dinero. Al ver que ella sí cree, ver que puede haber alguien en este mundo que viva y piense diferente, y sea noble y más pleno que él, con todo su dinero e inteligencia, decide quitarle la copa envenenada, pretextando que tiene un pedazo de corcho.
Cuando se va a retirar, él le da mucho dinero. Ella llora porque queda conmovida por su generosidad. Le dice que ya que había dejado de tener fe y de creer en el ser humano, lo encuentra a él y entonces vuelve a creer. A lo que él responde, sabiendo que es un criminal:

—Do not believe too much. This is a ruthless world and one must be ruthless to cope with it.
—That isn’t true. It’s a blundering world and a very sad one, yet kindness can make it beautiful.
—You’d better go before your philosophy corrupts me.

(—No creas demasiado. Este es un mundo despiadado y uno debe ser despiadado para sobrellevarlo.
—Eso no es cierto. Es un mundo tremendamente equivocado y muy triste, pero la amabilidad lo puede hacer hermoso.
—Mejor vete antes de que tu filosofía me corrompa.)

Con el paso del tiempo, Verdoux no puede detener la inercia de su forma de vida, pero sus crímenes ya no le salen tan bien como antes. Llega el momento en que decide dejarse atrapar por la policía. Es juzgado. El fiscal dice que su cerebro lo usó para matar mujeres en masa y es un ser abominable que merece morir. Él responde que, en efecto, tiene cerebro, y lo usó honestamente durante los treinta y cinco años en que sirvió a un banco, contando el dinero de otros. Después lo despidieron cuando consideraron que ya no querían seguir pagándole y que ya no era tan necesario, y entonces se dedicó a hacer lo que sus patrones hacían: quedarse con el dinero de otros aprovechándose de su confianza. En cuanto a los crímenes en masa, ¿no es algo que la sociedad alienta?, se pregunta. ¿Qué no se construyen bombas para matar a miles de personas inocentes, con toda la inteligencia de la ciencia? Los últimos momentos, en la celda, los pasa tranquilamente y con una actitud cínica, reconociendo su culpa pero al mismo tiempo señalando la hipocresía de la sociedad que lo condena. Quienes quieren redimirlo o beneficiarse de algún modo de su tragedia resultan retratados por las palabras irónicas de Verdoux: el reportero, el sacerdote y los policías.
En realidad, la vida de este personaje es como la de muchas personas: llena de insatisfacciones y banal. La diferencia es que fue más descarado, más honesto consigo mismo en esa carrera estúpida. Al final se da cuenta de esto y renuncia a esa vida. La consecuencia de sus actos será que no sólo renunciará a esa vida, sino desgraciadamente a toda la vida. Es el resultado lógico de las muchas vidas que él quitó sin consideración y de un sistema estricto con los de abajo. Además, en esta película Chaplin no mantiene ni inicia un romance. Está solo. No obstante, los últimos días parece sereno y purificado. Ya no es una sonrisa de triunfo egoísta la de su rostro, sino la de alguien que ha descubierto un saber realmente precioso.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Arte y vida

El arte es un sistema burgués, como lo puede ser la ciencia. En sociedades no burguesas no se tenían estos conceptos, aunque hubiera música, poesía, inventos, conocimientos, no se concebían como arte o ciencia. En realidad, a estas alturas, es imposible volver atrás, además de que hacerlo no sería necesariamente provechoso.

Así pues, nos encontramos con el arte que es un sistema burgués, de dominación, donde el culto de la academia sobre todo en el canon occidental, ejerce el poder y determina qué es y qué no es arte. Las vanguardias de principios del siglo XX se opusieron a esto en mayor o menor medida. Algunos vanguardistas querían sacar al arte de las definiciones burguesas, instalarlo en las vidas de los no iniciados. Arte podía ser un mingitoro firmado, algo cotidiano y no solemne ni bello en el sentido clásico. Aprendieron también de los niños, que son creadores por naturaleza, para quienes la creación es parte del juego.

Pienso que ya que se entiende aún hoy en día al arte como producir algo bello, podríamos hacer arte y belleza más allá de las concepciones burguesas. De hecho eso sucede frecuentemente, pero no estamos concientes. Arte puede ser hacer de comer para un ser amado, aunque el platillo no sea una obra maestra de la gastronomía, aunque nadie lo considere así, no se le tome fotos ni quede ningún rastro de él. Es arte en tanto que es algo que crea belleza y es una experiencia que conmueve a los participantes. Si muchas veces no se valora, es otra cosa. Uno puede estar frente a una pintura de Picasso y no valorarla por no tener el decodificador, el contexto, o simplemente el gusto e interés. Pero esa obra es arte de cualquier modo.

Si nos dedicáramos a hacer arte de todos o muchos de nuestros actos más cotidianos, el mundo se convertiría en una especie de paraíso, descubriríamos que podemos ser genios aunque no hagamos un soneto, no toquemos un instrumento o no usemos pinceles. Y lo seríamos sin pretenciosidad, por amor al arte, al acto mismo. Sé que eso no sucederá a nivel masivo. Eso es una utopía. Pero sí puede despertarse poco a poco esa conciencia creadora y transformadora de la realidad.