jueves, 26 de mayo de 2011

Rebotado

El color de mi piel es gris oscuro
y me encanta.
Me gustan también todos los colores del arco iris.

Pero a la gente no, a la gente no le gusta mi color.
Muchas veces he pensado que ni siquiera es gris oscuro
que "gris oscuro" es un concepto, un nombre,
pero que mi color es más incómodo para ellos que el gris oscuro.

El punto es que sé desde hace muchos años que a nadie le va a gustar.

Tal vez les agrade mi compañía o si bien resulta, mi forma de pensar,
tal vez no encontraron a nadie más agradable en ese momento,
pero cuando ven las cosas que hago,
es muy probable que prefieran voltear a otra parte.

Eso es una buena señal.
También lo he aprendido.
Si a nadie le gustas, significa que no estás tan hundido en la vulgaridad,
que tal vez tengas una propuesta nueva o en verdad diferente.

Por supuesto, no me cambiaría de color sólo para ser como alguien más,
porque sería un suicidio.

Sin embargo, no puede uno dejar de pensar a veces
que es un poco injusto recibir ese trato de rechazo,
y de querer impugnar.

En el fondo sé que eso casi siempre también será inútil.

lunes, 23 de mayo de 2011

Cuando veo a una pareja mirándose, besándose, tocándose con amor
(algo raro, por cierto),
me acuerdo de lo feliz que soy son ella.

Me alegro por nosotros: por ella y por mí, y por ellos dos,
y les deseo felicidad y largo amor inmortal.

Eso es lo mejor de la humanidad.

Eso debe pervivir y crecer,
en lugar de tanto miedo, odio, vanidad, ignorancia.

Basta de tanques, de miseria, de lujo.

Amor.
Palabra crucificada y vendida.

Amor.
Acción ignorada por muchos.

Amor.
Vida. Alegría. Rescate.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Fragmentos del Eclesiastés

A continuación unos fragmentos del libro del Eclesiastés, perteneciente a la Biblia. Este libro, como varios más de la Biblia, tiene influencia de la filosofía griega, en este caso posiblemente estoica y epicúrea.


1:4 Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece.

1:7 Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.

1:10 ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.
1:11 No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.

2:10 No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena.
2:11 Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.
2:12 Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho.
2:13 Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las tinieblas.

2:24 No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios.

3:1 Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
3:2 Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
3:3 tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
3:4 tiempo de llorar, y tiempo de reir; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
3:5 tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
3:6 tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
3:7 tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
3:8 tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
3:9 ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?
3:10 Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él.
3:11 Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.
3:12 Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida;
3:13 y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor.

4:6 Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu.
4:7 Yo me volví otra vez, y vi vanidad debajo del sol.
4:8 Está un hombre solo y sin sucesor, que no tiene hijo ni hermano; pero nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien? También esto es vanidad, y duro trabajo.
4:9 Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo.
4:10 Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante.
4:11 También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo?
4:12 Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto.
4:13 Mejor es el muchacho pobre y sabio, que el rey viejo y necio que no admite consejos;
4:14 porque de la cárcel salió para reinar, aunque en su reino nació pobre.
4:15 Vi a todos los que viven debajo del sol caminando con el muchacho sucesor, que estará en lugar de aquél.
4:16 No tenía fin la muchedumbre del pueblo que le seguía; sin embargo, los que vengan después tampoco estarán contentos de él. Y esto es también vanidad y aflicción de espíritu.

5:5 Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.

7:9 No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios.

9:7 Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios.
9:8 En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza.
9:9 Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol.
9:10 Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.
9:11 Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos.
9:12 Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos.
9:13 También vi esta sabiduría debajo del sol, la cual me parece grande:
9:14 una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y viene contra ella un gran rey, y la asedia y levanta contra ella grandes baluartes;
9:15 y se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su sabiduría; y nadie se acordaba de aquel hombre pobre.
9:16 Entonces dije yo: Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la ciencia del pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus palabras.
9:17 Las palabras del sabio escuchadas en quietud, son mejores que el clamor del señor entre los necios.
9:18 Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un pecador destruye mucho bien.

12:11 Las palabras de los sabios son como aguijones

lunes, 9 de mayo de 2011

Aceptar el dolor

En Occidente aceptar el dolor no es algo bien visto por lo general, ni en la mentalidad tradicional ni en la moderna. En la tradicional se confunde aceptar el dolor con ser resignado en la vida, lo que puede tener un valor positivo desde el punto de vista cristiano; en la mentalidad moderna, aceptar el dolor sencillamente es inadmisible, pues la vida pretende estar inserta siempre en el comfort. Sin embargo, aceptar el dolor cuando no se ha podido evitar resulta lo más adecuado. No es resignarse y ser sumiso, pues ya se hizo algo o todo para evitarlo, tampoco es evadirse con drogas diversas que en realidad no lo erradican. Aceptar el dolor cuando no se ha podido evitar es fortalecernos y saber que el dolor no es en realidad lo más terrible de la vida (hay cosas peores, como hacer algo que no se quiere, tener una vida indiferente para uno mismo o ser totalmente dependiente); se puede superar y se puede aprender del dolor. Esta enseñanza la han dejado varias filosofías orientales.

lunes, 2 de mayo de 2011

A nadie le gusta mucho lo que haces


Siguiendo la tradición de Michel de Montaigne, escribiré sobre mí mismo, como suelo hacer. Siendo muy pesimistas (como a veces soy), supongamos que a nadie le gusta, o a nadie le gusta mucho lo que uno hace. Lo ignoran o prefieren otras cosas y otras personas. No que eso suceda en todo o en lo más importante, pero sí quizá en algo. Puede surgir un sentimiento parecido a la envidia. No tanto que se envidie a otro por cómo es en sí, sino por la atención que recibe por x persona o personas. Si no surge la envidia, surge otra cosa igualmente nefasta, que es simplemente el enojo o la tristeza de no recibir la atención que uno consideraría necesaria. Por ejemplo este blog, que poquísima gente ha comentado jaja.
La otra cosa que podría suceder es que tal vez sí les guste, pero no reaccionan como nosotros creemos que deberían de reaccionar. Ahí el problema es querer adaptar la realidad a nuestra idea de lo que debe ser, y eso es ingenuo.
Aquí están presentes los 3 venenos del alma según los budistas: la ilusión, el ego y el enojo, como me decía mi amor el otro día.
La ilusión al darle importancia a algo que no debiera tenerla; el ego al querer llamar la atención; el enojo al no conseguirlo.
Dichas ideas y emociones deben entonces ser extinguidas si no se quiere sufrir más y aumentar los problemas.
Quizá no es fácil extinguirlas en el momento en que se presentan, pues por lo general son fuertes. Ayuda mucho el estar conscientes de ellas y de su maldad. Ayuda a evitar que crezcan, pero a veces no es suficiente para impedir del todo que surjan o para evitar que nos sintamos mal. Ayudaría no dejarlas hablar y tratar de ignorarlas, dejando que la emoción se vaya sola y recapacitar sobre eso en lugar de dejarse llevar.
Ayuda pensar en la soledad como algo positivo y en la indiferencia ajena como algo indiferente para uno. Esto tampoco es fácil, sobre todo cuando estamos hablando de la atención de un ser amado. Pero quizás hay que hacerlo en esos casos.
No sólo hay que hacer las cosas por convicción y gusto individuales, sino también sin mucha esperanza de que a alguien más le gusten.
Uno podría argumentar páginas sobre por qué lo nuestro es tan bueno o mejor que lo otro que les gusta, pero en el fondo es tonto, no porque no sea cierto, sino porque lo que mueve esa reflexión son los venenos.
Si nos gusta hacer algo, no deberíamos necesitar nada más para estar muy satisfechos. Deberíamos poder individualizar ese placer y no esperar que alguien más lo comparta (aunque pueda ser muy agradable que eso suceda), aunque seamos seres sociales.
Si tenemos en gran estima lo que hacemos y somos, no necesitamos que nadie lo reconozca, no debemos adoptar una postura lastimera ni tampoco una soberbia. A mí me gusta lo que hago, si a nadie le gusta o si le gusta a alguien más, a una persona en especial, a un grupo o a media humanidad, eso es en verdad secundario. No me interesa decir que lo que hago es mejor o peor que lo de otros, pues si pensara eso estaría compitiendo, además sobre algo absurdo y relativo, y le estaría dando importancia en el fondo al juicio de los demás, encubierto de la pseudo objetividad que determinaría qué es mejor. Es eso lo que debemos trabajar: la estima de lo que hacemos y somos, el andar alegre y despreocupado de esas nimiedades en las que nos han mal educado.