miércoles, 20 de abril de 2011

El mal actor de sus emociones

Julio Torri


Y llegó a la montaña donde moraba el anciano. Sus pies estaban ensangrentados de los guijarros del camino, y empeñado el fulgor de sus ojos por el desaliento y el cansancio.

-Señor, siete años ha que vine a pedirte consejo. Los varones de los más remotos países alababan tu santidad y tu sabiduría. Lleno de fe escuché tus palabras: “Oye tu propio corazón, y el amor que tengas a tus hermanos no lo celes”. Y desde entonces no encubría mis pasiones a los hombres. Mi corazón fue para ellos como guija en agua clara. Mas la gracia de Dios no descendió sobre mi. Las muestras de amor que hice a mis hermanos las tuvieron por fingimiento. Y he aquí que la soledad obscureció mi camino.

El ermitaño le besó tres veces en la frente; una leve sonrisa alumbró su semblante, y dijo:
-Encubre a tus hermanos el amor que les tengas y disimula tus pasiones entre los hombres, porque eres, hijo mío, un mal actor de tus emociones.

1 comentario:

contrasistema uagh dijo...

A mí me cuesta mucho trabajo ocultar mis emociones con quienes quiero, y a veces no sé si deba hacerlo, como sugiere el ermitaño, o no hacerlo, a sabiendas de que muchas veces salga lastimado. Supongo que seguiré igual.