domingo, 18 de julio de 2010

Fragmentos de De la naturaleza de las cosas

la naturaleza del ánimo debe ser corpórea, ya que los dardos y choques corpóreos la hacen sufrir.
como (...) la tenuidad del alma está hecha de cuerpos diminutos y de principio mucho menores que los del líquido humor del agua, o de las nubes, o el humo (...), ahora, pues, que miras que el agua o el licor se derraman por todas partes cuando los vasos se agitan, y pues la niebla y el humo se disipan en el aire: yo creo que el alma también se pierde en el viento y perece en tiempo mucho menor y se disuelve con mayor rapidez en los cuerpos primeros, después que se ha escapado abandonando los miembros del hombre.
(...)
Y siendo así que la mente es una parte del hombre que permanece fija en un sitio determinado, tal como las orejas y los ojos y los otros sentidos que gobiernan la vida, y puesto que la mano, o un ojo, o la nariz no pueden, separadas de nosotros, sentir ni ser por ellas mismas, mas, al contrario, son absorbidas en muy pequeño tiempo, del mismo modo el ánimo es incapaz de existir por sí mismo, separado del cuerpo, y del mismo hombre, que es, por asi decirlo, como su envase, o algo por el estilo que quieras tú imaginar más ligado con él, y que dé idea de su íntima conexión.
Finalmente, las facultades vitales del cuerpo y del ánimo prevalecen y gozan de vida, unidas entre sí: en efecto, sin el cuerpo, aislada, la naturaleza del ánimo no puede realizar por sí misma movimientos vitales, ni tampoco el cuerpo durar y hacer uso de los sentidos, privado del alma.
(...)
Además, si el alma fuera de naturaleza inmortal y se introdujera en el cuerpo de los que nacen, ¿por qué no podemos hacer memoria de la vida anterior ni conservamos recuerdo de los sucesos? Porque, si la facultad del ánimo se muda hasta el extremo de perder la memoria de las cosas pasadas, ello no anda muy lejos, en mi opinión, de la muerte; y así es preciso decir que ha muerto la que hubo antes, y la que es ahora, ahora ha sido creada.
(...)
Finalmente, parece ya el colmo de lo ridículo que estén las almas atentas a los ayuntamientos de Venus y al parto de las bestias, y que, las inmortales, en número innumerable, estén esperando cuerpos mortales, y que disputen entre ellas con grande algarabía quién será la más digna de entrar primero: a no ser que tengan las almas pactos de tal manera arreglados, que, la que primero llegue volando, es la que entra primero, para que no haya violencias ni desacuerdos.
En fin, en el éter no puede estar un árbol, ni en la mar profunda subsistir las nubes. Los peces no viven en los surcos, la sangre no se encuentra en el bosuqe, ni la savia en las peñas. Se ha fijado y dispuesto un lugar para que cada cosa crezca y habite. De la misma manera, la naturaleza del ánimo no puede organizarse sola sin el cuerpo, ni tampoco estar lejos de la sangre y los nervios. (...) Porque, juntar lo mortal a lo eterno, y pensar que pueden sentir a una y obrar de común acuerdo, es un disparate.
(...)después de la muerte, no hay nada temible para nosotros, ni puede fraguarse desdicha para quien ya no existe, ni le importa a él haber nacido en una u otra época
(...)
¿Cuál es tu gran desdicha, oh mortal, para que te abandones sin medida a las penas y al llanto? ¿Por qué lloras y lamentas la muerte? Si tu vida pasada hasta el momento fue grata, si ni un solo placer se te ha escapado ni perdido de balde como lo que se confía a un vaso agrietado, ¿por qué no te retiras de la vida como lo haría un convidado satisfecho y, con espíritu ecuánime, te acoges, oh insensato, al seguro reposo? Y si por el contrario todos los placeres se te fueron de la mano y la vida te es una carga, ¿para qué buscas acumular lo que terminará otra vez en desdicha y perecerá sin provecho, en vez de ponerle fin a la vida y al sufrimiento?

Lucrecio

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