sábado, 31 de julio de 2010

El autodidacta

Hoy estamos tan acostumbrados a preguntar a los expertos sobre casi cualquier tema, que tenemos temor de dar un paso por nuestra propia cuenta. Sin embargo, los autodidactas, entre otros, han tomado la impopular decisión de recorrer por sí mismos un camino diferente. Creo que es San Juan de la Cruz a quien se le debe el siguiente consejo: para llegar a un punto desconocido es necesario tomar el camino que no se conoce. Hacer lo contrario, es decir, tomar el camino conocido, no encierra demasiada virtud. El autodidacta lo sabe ya que en infinidad de ocasiones invierte mucho tiempo descubriendo lo que otros ya descubrieron (el autodidacta se ahorcará con el hilo negro). No obstante, sabe también que su paciencia podría llevarlo a terrenos no pisados antes por ninguna imaginación. Novalis lo explicaba de este modo: “Un autodidacta tiene la gran ventaja, a pesar de todas las imperfecciones de su saber, de que cada idea nueva de la que se apodera entra inmediatamente en relación con el resto de sus conocimientos e ideas, mezclándose con el todo y dando así lugar a combinaciones originales y a muchos nuevos descubrimientos”. Es confortable saber que la opinión de dos autodidactas acerca de un mismo tema difícilmente será la misma: su opinión, al menos, no será guiada por el programa de una institución ni por ninguna otra convención académica.

Los autodidactas no son colegas como suelen serlo los abogados o los médicos, sino una suerte de anacoretas que viven alejados de los centros organizados del saber. Su ambición se reduce a la de cualquier hombre curioso a quien le interesa el conocimiento. No quiero decir que el autodidacta carezca de método (inductivo, racional, lógico o como quiera llamársele) ni que se desinterese por los descubrimientos de las instituciones universitarias, científicas, etcétera; más bien se dedica a la ambiciosa tarea de conocer, hasta donde le es posible, el mundo que lo rodea, por su propia cuenta.
(...)

Guillermo Fadanelli

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