miércoles, 17 de junio de 2009

La era de la fugacidad

Hace unos días conversaba con Valquiria Wey sobre la novela actual. A propósito de mi investigación sobre César Aira, quien tiene novelas de cien páginas que además corren a un ritmo vertiginoso. Ella decía que en la actualidad la gente ya no quiere leer novelas extensas. La vida ahora es tan acelerada, que leer novelotas es una actividad que contrasta mucho con lo demás, sobre todo en una sociedad tan audiovisual como la nuestra, donde a lo más uno está dos horas viendo una película que de hecho, si no es emocionante, abandona. Repliqué: ¿pero y los best-sellers? El Código da Vinci o Crepúsculo son novelas gruesas, y muchas veces constituyen continuaciones. "Novelas de alberca", me dijo, con toda razón. La gente las lee muchas veces para distraerse y tener tema de plática y hacerse los cultos actualizados, mientras puede estar de vacaciones. Son ciertamente literatura ligera, con suspenso pero sin profundidad. Pero aún así, ¿pasarse la tarde leyendo, como en el siglo XIX, cuando no había televisión? Eso, en efecto, ya se acabó. Yo mismo debo confesar que Aira me atrajo por su brevedad, entre otras cosas. Quízá estamos en una era en la que concentrarse durante un tiempo considerable (a veces quisiera que mis alumnos se concentraran al menos por cinco minutos) y aprehender historias largas cada vez es más anacrónico.

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