jueves, 15 de diciembre de 2016

Chomsky: escuela y control

Permítanme que les cuente una historia personal. Mi amigo más antiguo e íntimo es un tipo que vino a Estados Unidos procedente de Letonia cuando tenía quince años, huyendo de Hitler. Escapó a Nueva York con sus padres y fue al Instituto de Enseñanza Media George Washington, que al menos en aquella época era la escuela de los chicos listos judíos de la ciudad de Nueva York. En una ocasión me dijo que lo primero que le chocó de las escuelas americanas era que si sacabas un suspenso en un curso, a nadie le importaba, pero si llegabas tres minutos tarde a la escuela, te enviaban al despacho del director, y ésa era la tónica general. Pronto se dio cuenta de que lo que esto significa es que lo que aquí se valora es la capacidad de trabajar en una cadena de montaje, incluso si es una cadena de montaje intelectual. Lo importante es ser capaz de obedecer órdenes, hacer lo que te dicen y estar donde se supone que tienes que estar. Los valores son éstos: en un lugar u otro —quizá lo llamen universidad— vas a ser un obrero de fábrica, vas a cumplir las órdenes de otro y hacer tu trabajo en régimen de obediencia. Y lo que importa es la disciplina, y no pensar por sí mismo o comprender las cosas que te interesan; ésas son cosas marginales, lo que hay que hacer es asegurarse de que uno cumple las exigencias de una fábrica.
Bien, creo que las escuelas son más o menos así: recompensan la disciplina y la obediencia, y castigan la independencia de espíritu. Si eres un poco innovador, o quizá te olvidaste de ir un día a la escuela porque estabas leyendo un libro o algo así, eso es una tragedia, un crimen, porque se supone que no piensas, que obedeces, y que simplemente tratas el material de la manera en que te lo exigen.
Y de hecho, la mayoría de las personas que pasan por el sistema educativo y llegan a las universidades de élite pueden hacerlo porque se han mostrado dispuestas a obedecer muchas órdenes estúpidas durante años y años, como por ejemplo hice yo. Así, un profesor estúpido te dice: “haz esto”, algo que sabes que no tiene ningún sentido pero lo haces, y entonces pasas al siguiente escalafón, entonces obedeces la siguiente orden y, finalmente, consigues terminar y te dan el título: ésta es una educación espantosa desde sus mismos comienzos. Algunas personas la pasan diciendo: “muy bien, haré cualquier cosa estúpida que diga este imbécil porque quiero seguir adelante”; otros lo hacen porque han interiorizado los valores, pero al cabo de un tiempo, ambas cosas tienden a fusionarse. Sin embargo, tienes que hacerlo, o de lo contrario te excluyen: si haces demasiadas preguntas, vas a tener problemas.

Noam Chomsky, Obra esencial, Crítica, Barcelona, 2003, p. 285.

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