jueves, 17 de septiembre de 2009

Hundidos en la descomposición corporativa. Pero de la podredumbre también nace la vida

El documental The Corporation (Mark Achbar, Jennifer Abbott y Joel Bakan, 2003) explica claramente cómo las empresas capitalistas pasaron, de ser limitadas por los gobiernos y restringidas a una zona, a ser transnacionales prácticamente intocables y con el control de muchísimos recursos.
Hoy en día es fácil darse cuenta de cómo las grandes compañías son las que mandan en casi todos los aspectos de la vida: alimentación, salud, entretenimiento, vestido, comunicaciones, vivienda, política, sexualidad, arte, etcétera. Lo grave de la situación, y de lo que por desgracia mucha gente no se ha percatado, es
1) la manera terrible en la que obtienen los recursos y el poder,
2) el daño que causan en sí mismos muchos de los productos que nos venden y
3) que devolverle a la vida un poco de la dignidad que han ultrajado implica combatir todo el aparato social en el que estamos inmersos.
Todos estos aspectos ya han sido estudiados ampliamente por filósofos, sociólogos, economistas y científicos que han querido llegar al fondo de los problemas. Han dado varias alternativas, algunas de las cuales son utópicas (Marx así llamó a algunas propuestas socialistas de filósofos como Saint-Simon y Owen; ahora que para muchos el mismo Marx también es utópico).
Por supuesto, la pregunta ya no es por qué el mundo está tan mal ni por causa de quiénes, sino qué hacer para remediarlo. Y esa ha sido una buena pregunta desde hace mucho mucho tiempo.
El ser humano, sabiendo hablar y escribir, siendo supuestamente inteligente, teniendo memoria y objetos para conservar la memoria (libros, computadoras, fotografías, películas, edificios, esculturas...), parece no aprender de su historia colectiva, y a veces ni siquiera aprende de su historia individual.
De este modo, temas que para algunos ya están obsoletos y se han discutido desde hace siglos, siguen apareciendo como interrogantes, por el simple hecho de que la realidad demuestra no haber superado esa condición de miseria que tiene desde hace milenios.
Podría criticarse del documental el no dar una alternativa clara ante el sistema capitalista actual. Pero esa es una exigencia mayúscula, pues ¿quién la tiene ahora? Eso sí, la cinta parece indicar que es posible un capitalismo “humano”, preocupado sinceramente (hay que subrayar esta palabra ante la moda pseudoecológica y orgánica que han adoptado las corporaciones y los gobiernos como una simple máscara bonachona) por los seres humanos y la naturaleza. Un capitalismo moderado. Eso, que se parece mucho a la socialdemocracia (impracticable por cierto en gran parte del planeta), es una falsa solución, una evasión. Una trampa para dar después la puñalada por la espalda. El capitalismo tiene un lado humano, porque está hecho por humanos, pero es justamente el lado monstruoso del ser humano. No ha habido un capitalismo no monstruoso. Y no lo puede haber. No nos hagamos ilusiones ni compremos su publicidad.
Me gustó, sobre todo, la última entrevista a Michael Moore, quien se ha merecido el respeto de la gente con sus programas y películas que siempre van mucho más allá del entretenimiento o la información, que pasan o buscan pasar a la acción social. Dice que pudiera parecer contradictorio que él haga películas donde ataque constantemente a las grandes empresas y lo que representan y que grandes empresas produzcan y distribuyan sus películas. Sabe perfectamente que lo financian porque hace productos vendibles y a ellos lo único que les interesa es vender. Además, creen que no habrá mayores consecuencias y que la gente se quedará en su sillón al terminar la película. A pesar de eso dice que está convencido de que mucha gente no se quedará solamente en su sillón. Algo pasa en sus cabezas, la indignación se acumula y crece, la chispa de la rebelión, aunque débil aún, no está apagada y es peligrosa para el sistema. Creo que esa es la meta que debe tener todo crítico del sistema en la actualidad. Una meta realista, pues no estamos en un momento de mucha fuerza del proletariado como para hacer la revolución que quisiéramos. Una meta que aunque parezca corta, es una grieta que crecerá.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante, como siempre.
Estamos acabando con nosotros mismos, ya no hay vuelta a atrás.

contrasistema uagh dijo...

Gracias!!!!! Es cierto que no hay marcha atrás, pero tampoco puede uno resignarse. Un abrazote :D